El estado interviene en los mercados para controlar posibles abusos en los aumentos de los precios y sus niveles de producción y posibles exportaciones. El aumento de los precios lo determina la inflación.
El mercado es el cruce de la demanda y la oferta. Dicho cruce determina el precio. El Estado puede intervenir en el mercado para modificar ese precio. Interviene siempre con algún justificativo. Puede subsidiar al productor, para que baje el precio de un bien. Pero deberá darle al empresario el dinero que falta entre el precio que cobra y el precio de mercado. Por ejemplo, el estado interviene en el precio del transporte público.
El estado también puede impedir que haya monopolios. Esto es intervenir en el mercado, que por si sólo tendría si no un sólo productor, que cobraría el precio que quisiera fijar.
Las relaciones entre el Estado y el mercado ocupan un capítulo importante en las ideologías políticas. Las izquierdas radicales tienden a anular el mercado y las ultra derechas a desconocer las facultades gubernativas del Estado sobre el mercado.
Ambas posiciones son inconvenientes: la primera frena el dinamismo de la producción y la segunda afecta gravemente la equidad económica y la paz social. En la agenda del Estado megalómano no está la eficiencia productiva y en la del mercado no están la justicia social, la equidad, la solidaridad, la protección del medio ambiente ni el desarrollo humano. Con frecuencia se afirma que no hay democracia sin libre mercado.
En realidad, la democracia y el mercado no son necesariamente compatibles. Mientras la democracia busca la igualdad y la justicia como valores fundamentales del sistema social que auspicia, el mercado tiene otros objetivos y valores. La democracia acepta la diferencia de opiniones y de creencias pero no las diferencias económicas. La libertad de la democracia es distinta de la libertad del zorro en el gallinero que implanta el mercado. Para la democracia hay ciudadanos, para el mercado: consumidores. Los ciudadanos poseen los mismos derechos, en tanto que las prerrogativas de los consumidores dependen de su poder de compra. Estado y mercado tienen diferentes puntos de vista acerca de la distribución del poder político y del poder económico.
La fe ciega en las bondades del mercado como rector de la economía condujo a la ausencia total de supervisión y regulación de la operación de la banca y de las entidades financieras, que ha terminado por producir sucesivas y profundas crisis globales a partir del 2008, extendidas por el planeta globalizado, y generar recesión económica, pérdida masiva de empleos, restricción del crédito, inestabilidad de los mercados, desconfianza de los inversionistas, baja de los niveles de consumo.
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